Pedro Segundo Tavacca

viernes, 29 de abril de 2011

El egocentrismo, un mal que aqueja


El egocentrismo, un mal que aqueja

  • Al egocentrismo se lo podría definir como la tendencia a lograr una exagerada exaltación de la propia personalidad con miras a transformarse en un indiscutible centro de atracción, lo cual conduce, entre otras cosas, a vivir en la ilusión de que la propia verdad es la verdad y a reiterados conflictos en todos los niveles. Es altamente pernicioso cuando el defecto aqueja a los políticos que tienen poder de decisión y más aún, cuando se agrega una desmedida ambición de poder. A nivel internacional, si se añade un patriotismo enfermizo, puede generar acontecimientos masivos, como ser las guerras o el accionar del terrorismo lo cual produce pérdidas de bienes y sacrificios de innumerables e inocentes víctimas. El único y valedero proceso para que vaya desapareciendo el egocentrismo –aunque sea en una forma lenta y segura– es que cada uno se observe en su actuación personal para apreciar con toda claridad si su forma de vivir es discordante y nociva para los demás y para sí mismo. Es el comienzo del cambio. Se trata de practicar el autoconocimiento, quehacer ineludible para todos los seres humanos en su condición de tal. Indudablemente se llega a la conclusión de que el problema individual es el problema del mundo, el egocentrismo. Al egocentrismo se lo podría definir como la tendencia a lograr una exagerada exaltación de la propia personalidad con miras a transformarse en un indiscutible centro de atracción, lo cual conduce, entre otras cosas, a vivir en la ilusión de que la propia verdad es la verdad y a reiterados conflictos en todos los niveles. Es altamente pernicioso cuando el defecto aqueja a los políticos que tienen poder de decisión y más aún, cuando se agrega una desmedida ambición de poder. A nivel internacional, si se añade un patriotismo enfermizo, puede generar acontecimientos masivos, como ser las guerras o el accionar del terrorismo lo cual produce pérdidas de bienes y sacrificios de innumerables e inocentes víctimas. El único y valedero proceso para que vaya desapareciendo el egocentrismo –aunque sea en una forma lenta y segura– es que cada uno se observe en su actuación personal, para apreciar con toda claridad si su forma de vivir es discordante y nociva para los demás y para sí mismo. Es el comienzo del cambio. Se trata de practicar el autoconocimiento, quehacer ineludible para todos los seres humanos en su condición de tal. Indudablemente se llega a la conclusión de que el problema individual es el problema del mundo.

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