Pedro Segundo Tavacca

viernes, 15 de julio de 2011

EL AUTOCONOCIMIENTO ( IX ) - en you tube -


EL AUTOCONOCIMIENTO (IX)

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“Dirige todos sus esfuerzos a cultivar la tierna planta de
virtud que crece en lo interno de tu ser. Para facilitar su
desarrollo purifica tu voluntad y no permitas que te
alucinen las ilusiones de los sentidos y cada paso que
des en el sendero de la vida eterna encontrarás un aire
más puro, una nueva vida, una luz más clara y en
proporción a tu ascenso se dilatará tu horizonte
espiritual.”.
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El fragmento que hemos transcripto, como todos los que podríamos escoger dentro de las siete Cartas Rosacruces que estamos intentando comentar, encierra afirmaciones que deben interesar profundamente a todos los aspirantes espirituales, cualquiera sea el Sendero que estén recorriendo. Aquí ahora se hace referencia a:

LA PLANTA DE VIRTUD

Indudablemente es unánime convicción de todos aquellos que han comenzado a recorrer el Sendero Espiritual que en el mismo no se puede ir acompañado de los defectos que en mayor o menor medida generalmente nos afean y no nos permiten el florecimiento, precisamente de virtudes. ¿Qué es una virtud? Sin pretender llegar a una definición precisa, podría decirse que es una disposición personal que inclina a ejercer acciones indicativas de una natural armonía interior lo cual hace aparecer a la persona plena de prudencia, templanza, natural afecto y otras cualidades semejantes. Podría perfeccionarse la definición pero por ahora es suficiente marcar la diferencia que existe entre una virtud y un defecto o hábito negativo, lo cual a veces no es tenida en cuenta adecuadamente. Los llamados defectos están profundamente arraigados en nuestro inconsciente y su erradicación no es una tarea fácil que se pueda llevar a cabo mediando un tibio arrepentimiento o una superficial o pasajera decisión, sino que para ello se requiere una real toma de consciencia del perjuicio que con su presencia estamos haciendo a los demás y a nosotros mismos, si no se produce dentro nuestro su erradicación. Tomemos por ejemplo el pernicioso hábito de comentar defectos ajenos. Si esa es nuestra costumbre, aunque no lo hagamos en forma directa y personal, mentalmente estamos induciendo a otro para que continúe obrando en la forma que estamos criticando y por nuestra parte nos estamos rodeando de vibraciones malsanas que también afectan nuestra salud psíquica y hasta física porque todo comienza en el nivel etérico.

ILUSIONES DE LOS SENTIDOS

En esta Carta se habla de la “tierna planta de virtud” y realmente así es ahora como una débil expresión que recién comienza a adquirir vigencia porque somos integrantes de una humanidad que deambula animada por las ilusiones de los sentidos, lo cual es un impedimento que no nos permite vivir inteligente y sabiamente a fin de que nos transformemos en un factor positivo dentro de la sociedad.
Es casi unánimemente aceptado que el objetivo de la existencia humana es mantener o incrementar el valor económico de todo lo que uno posee y que suponemos es de nuestra pertenencia, porque así lo dicen las leyes humanas, pero no las divinas. Es una ilusión de los sentidos suponer que los bienes materiales pueden allegarnos una felicidad duradera mientras que ésta es un estado interior que no tiene relación muy íntima con nuestras posesiones. A menudo trabajamos intensamente y con pasión para acrecentar nuestro patrimonio personal y cuando parecería que lo hemos logrado la muerte nos conduce a la misma situación que teníamos cuando se inició nuestra presente existencia. Nada de nada. Hace falta una casa en la cual cobijarnos y alimento suficiente para mantener nuestro cuerpo físico y algunas comodidades, pero es una ilusión de los sentidos suponer que la felicidad puede lograrse sólo con su simple posesión.


LA VIDA ETERNA

En esta Carta se dice que “a cada paso que damos en el sendero de la vida eterna encontramos un aire más puro”. Vivimos ilusionados si creemos que hemos nacido para cimentar un patrimonio material en lugar de cimentar todo lo que se encuentra dentro de lo más intimo de nuestro ser y que nos acompañará eternamente. Una virtud que hemos logrado formará parte de nosotros mismos, más allá de una transitoria vida, brindándonos la posibilidad de vivir embargados de un optimismo naturalmente autogenerado a lo cual puede llamársele “un aire más puro”. Sin embargo lo común es que vivamos tratando de ocupar el tiempo en cosas banales en lugar de abocarnos al real objetivo de nuestra existencia, cual es indagar sobre:

¿Quién soy?, ¿De dónde he venido?, ¿Adónde voy? Sí así lo hacemos, estaremos en condiciones de dilatar nuestro horizonte espiritual que es a lo que fundamentalmente nos inducen los Hermanos Mayores, en esta oportunidad a través de las Cartas Rosacruces, a las
cuales con mucho respeto y empeño estamos intentando comentar. Como las mismas no son de mucha divulgación comenzaremos a transcribirlas literalmente comenzando en esta oportunidad con la primera hasta llegar a la séptima, a través de futuras publicaciones, dejando constancia que su traducción castellana, efectuada oportunamente con mucha buena voluntad, puede ser mejorada técnicamente.

Esperamos que esta joya espiritual que se nos ha brindado puede servir de impulso e incentivación a todos los estudiantes, ya que toda labor que se lleve a cabo relacionada con lo que ocurre dentro de nosotros mismos puede brindarnos la posibilidad de hacer resurgir el interés por estas Enseñanzas que tienen un valor inigualable, máxime en estas horas cruciales en la historia de la humanidad.

Muy afectuosamente.

Pedro Segundo Tavacca


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